martes, 14 de junio de 2016

Ser felices en realidades infelices


Érase una vez un planeta llamado Tierra, donde el desequilibrio social era tan vigente que me cuestionaba si ciertos seres se comportaban como personas o como verdaderos animales irracionales.
Pese a esto, un día decidí ponerme el chaleco solidario, aquel que me trasladó al lugar del otro por momentos y que sobre todo me incitó a preguntarme el por qué de la realidad. Agarré la mano a mis compañeras de lucha y comenzamos a caminar por unas calles un tanto diferentes pero a la vez peculiares, donde el infortunio y la necesidad eran las señas de identidad de las mismas, donde se respiraba aire contaminado de escasez, donde las familias se asomaban a las puertas de sus casas inundadas de carencia, nada de lujos ni grandiosidades, todo desamparo y humildad.
Sin embargo, nos encontramos con un corrinche de niños y nñas que se acercaron a nosotras con una sonrisa de oreja a oreja, que sólo querían juguetear y hacernos reír. De esta forma, pudimos comprobar cómo la felicidad no es tener lo mejor en cuanto a lo material si no apreciar y conservar lo personal, tenerlo como un tesoro y sacarle brillo en cada momento de flaqueza.
Por tanto, animo a cada unx de los que lea este párrafo a que conozcan realidades distintas a las que forman parte de nuestro día a día, pero siempre llevando el chaleco solidario encima. Así conseguirán acercarse y transmitir al resto situaciones que a día de hoy están vigentes pero que habitualmente son las grandes olvidadas.
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